El periodismo lo ha ejercido principalmente en televisión, fue director del programa cultural Babelia que se transmitió en dos emisiones semanales por Señal Colombia durante tres años al igual que Página en blanco por el mismo canal. Ha escrito para varios periódicos y revista mas que todo de circulación regional. A continuación una muestra de un artículo que escribió para el semanario Tolima 7 días de la casa editorial El Tiempo:
Mi oficio de escritor
Después de haber escrito varios libros y llegar a los cincuenta años de edad, me doy cuenta de que mi destino está en la literatura. Ese acto solitario me ha exigido —como el amor— pasión, esmero, cansancio, traición y sentimientos encontrados. Una vez se han ido publicando mis historias las he abandonado con amor-odio para después regresar indefectiblemente a ellas. Como la vieja creencia que el asesino regresa al lugar del crimen.
Todas están unidas con el hilo secreto de mis convicciones sobre el mundo, el hombre y la sociedad. Es como si un personaje cambiara de máscara y se introdujera en ese otro escenario que
una noche se me atravesó en un sueño o en un comentario irrelevante. Y la maldita manía de permitir que ellos —los seres fantasmales de las páginas— me dicten no sólo lo que son sino que me obliguen a recorrer la historia nacional y universal donde una vez se les dio por existir. Y en ese viaje el goce es hermoso. Obedezco porque sé que no hacerlo me llevaría a dejar de dormir y de vivir.
No basta entonces con la intuición, con la otra careta del oficio, porque el final es el mismo: romper el trabajo de años —páginas y páginas— para regresar a ellos de una manera más posesiva, como esas mujeres que están dispuestas a morir por su propia mano después de asesinar a su amante.
Huyo entonces por temporadas y me dedico a otras artes más mundanas que me desliguen de esa otra historia que me ronda hasta llegar e instalarse.
Y soy —como en el amor— feliz e infeliz antes de llegar al climax porque hacer un libro es como una eyaculación enamorada, acto de muerte y vida. Por ello no le temo a la vejez porque a cualquier edad —han sido cumplidos— volverán a acompañarme en otra historia que siempre se recompone, como el infinito rompecabezas de mi devenir que ha pasado por la medianía de mi acto creativo.
Al final mi recompensa —si la merezco— será tener un párrafo o una línea en ese único libro que todos escribimos o volvemos a escribir hasta morir.
Jorge Eliécer Pardo